10 de septiembre de 2012

Del “día sin mexicanos” al discurso de Julián Castro en la Convención Demócrata: ¿podrán los ‘hispanos’ desarrollar nuevas políticas de los EEUU?

"Humberto Podetti, uno de los miembros de nuestro Foro, nos muestra una frontera - no la menos importante - en la que está avanzando nuestra lengua y nuestra cultura. Cabe señalar que los procesos de interculturación son de doble vía, sin embargo.
En todo caso, los que estamos interesados en la unidad de la América del Sur tendemos a pensar que lo que se está desarrollando en la mitad norte de nuestro hemisferio es un tema para las próximas generaciones. Pero a veces la Historia se adelanta".

Desde mediados del siglo pasado los mexicanos regresan a su ‘tierra natal’ al norte del Río Grande, desconociendo la frontera establecida por los EEUU luego de derrotar militarmente a México. Es una marcha pacífica, silenciosa, constante, numerosa. Todos los esfuerzos desplegados por EEUU para impedirla han resultado inútiles. Cruzan llevando sólo su lengua -el castellano de Juan Rulfo y Octavio Paz, de José Vasconcelos y Carlos Fuentes-, su fe y su devoción por la Guadalupana, sus ojos llenos de los colores y sentidos de Orozco y Rivera, de Frida y Siqueiros, su música, sus ganas de vivir, formar una familia, tener hijos. Es decir, su cultura civilizatoria. Nada que sea una amenaza para nadie. Nada que valga algo en el mercado, salvo su capacidad de trabajo aunque creen que el trabajo es un medio de dignificación de las personas y no una mercancía sujeta a la oferta y a la demanda.
Una vez que concluyen la odisea de volver a la tierra de sus ancestros, trabajan, estudian, forman familias, tienen hijos, tantos que alcanzan una tasa de natalidad superior a la de su patria de origen. Aprenden inglés para trabajar, pero para todo lo que sea ajeno al mercado hablan y escriben en castellano, con toda su riqueza cultural y su capacidad de expresar esperanza y sentido. Siguen comunicados con sus familias de origen, siguen cantando sus poetas y perteneciendo a América Latina. Son cada vez más y migran cada vez más al norte.

El 30 % de las familias ‘hispanas’ en EEUU tienen tres o más hijos

Según la Oficina de Censos de EEUU, en 1950 eran el 1% de la población, en 1995 el 10 % y en 2011 llegaron al 16 % con 50 millones. Esas cifras no incluyen a los indocumentados, que se estiman en 15 millones. En 2050 serán el 30 % de la población, con 132 millones, aunque para el mismo año se estima que serán ‘hispanos’ el 50 % de los niños. Probablemente esta última cifra será aún mayor, dado que de cada 1.000.000 de votantes incorporados en 2012 al padrón de EEUU, 500.000 son hispanos.  Es decir que la mitad de la juventud norteamericana es hispana.
En 2004 Samuel Huntignton publicó ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense, una concienzuda investigación acerca de la profundidad y significado de esa marcha hacia el norte del pueblo mexicano, cuya ruta siguen también muchos otros latinoamericanos. Sus conclusiones fueron precisas: “La inmigración mexicana está provocando la reconquista –el destacado es de Huntington- de zonas que los estadounidenses habían arrebatado por la fuerza a México en los decenios de 1830 y 1840…La mexicanización está difuminando la frontera entre México y Estados Unidos y está introduciendo una cultura muy diferente… “. También señaló que “a la vez que avanza la inmigración procedente de otros países latinoamericanos, también lo hacen tanto la hispanización en todo Estados Unidos como las prácticas sociales, lingüísticas y económicas propias de una sociedad anglohispana”. También hizo prospectiva, sosteniendo que entre los futuros posibles estaba la organización de una nueva nación independiente, Améxica, y otra, con capital en Chicago, de población blanca, anglosajona, protestante, que conservara la identidad norteamericana originaria. Aunque tal vez también habría que agregar la posibilidad de otro Estados Unidos, de cultura predominantemente latinoamericana y subculturas de origen europeo, africano o asiático.  

Portada de la edición castellana de ¿Quiénes somos?

Portada de la Revista Time del 11 de junio de 2004: La frontera está desapareciendo ante nuestros ojos, creando un mundo nuevo para todos nosotros. Bienvenidos a Améxica.


El Muro Sensenbrenner en Los Nogales, Arizona
La conmoción provocada en EEUU por ¿Quiénes somos? originó numerosas respuestas. Una de ellas fue el Proyecto del Senador Sensenbrenner que entre otras medidas destinadas a criminalizar la inmigración mexicana y latinoamericana a los EEUU, dispuso la construcción de un muro de 1.200 kms. en toda la extensión de la frontera terrestre entre Estados Unidos y México.

El Muro Sensenbrenner recuerda por sus fines y su diseño –aunque mucho menos elegante- a la Gran Muralla China, construida también para detener migraciones de pueblos, a lo largo de una frontera extensa. El último episodio de la célebre antecesora del muro Sensenbrenner fue a comienzos del siglo XVII. El pueblo manchú comenzó a migrar hacia el sur, donde  gobernaba la dinastía Ming, del pueblo han. Los Ming decidieron utilizar la muralla para detener la migración y proteger la capital, Pekín. Cincuenta años después, la dinastía Ming fue desplazada por la dinastía Quing, manchú.

               La Gran Muralla cerca de Pekín

En 2006 algunas organizaciones de ‘hispanos’ y movimientos católicos comenzaron a convocar protestas contra el Proyecto Sensenbrenner en diversos puntos del país. Durante los meses de abril y marzo se sucedieron innumerables convocatorias en 120 ciudades de EEUU. Finalmente se reunieron varias de las organizaciones convocantes y llamaron a movilizarse simultáneamente el día de los trabajadores, el 1 de mayo (en EEUU es un día laborable), bajo los lemas Nosotros somos América  y Un día sin hispanos, retomando el título y el argumento de la película mexicana Un día sin mexicanos, de 2004. El resultado de la convocatoria fue asombroso: la movilización popular más grande de la historia de EEUU, con más de tres millones de personas marchando en todas las ciudades norteamericanas, aún las más norteñas como Seattle, Chicago o Detroit. Llevaron banderas norteamericanas, mexicanas y de otras muchas naciones latinoamericanas y pancartas en inglés y en castellano –algunas impresas, otras manuscritas-, expresaron pacíficamente su fe religiosa, su alegría, su compromiso, su entusiasmo, la defensa de la familia, el valor del trabajo, y cantaron el himno nacional norteamericano en castellano, como si la lengua lo transformase en un reclamo de justicia social, política y económica.  Los textos de las pancartas de la movilización constituyeron una nueva proclamación de los derechos de las personas, comenzando por el de pertenecer a la comunidad en la que elijan vivir. Tal vez la primera proclamación en la historia hecha directamente por un pueblo en asamblea y no por sus representantes.
Nueva York, 200.000

                             El aviso a Jesús

Los efectos  de ese pronunciamiento popular han sido considerables y siguen produciéndose. Los ‘hispanos’ tomaron conciencia de su número, de su capacidad de organización, de su fortaleza cultural que imposibilitó que se diluyesen, como ocurrió hasta ahora con todos los procesos migratorios en EEUU. Y reencontraron colectivamente el sentido y la esperanza que los había impulsado a retornar a su tierra natal.
Fueron por justicia y ganaron el futuro.
El Presidente de la Convención Demócrata de septiembre de 2012 fue el Alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa. Y quien dio el discurso de apertura, señalando las líneas fundamentales de la propuesta demócrata, fue otro hispano mexicano norteamericano, el Alcalde de San Diego, Julián Castro, de 36 años. Quién da ese discurso es habitualmente alguien con futuro promisorio, presidenciable. Obama ocupó ese lugar en la Convención Demócrata de 2004.
La Corte Suprema ya tiene una Jueza ‘hispana’ y todos los estamentos de los tres poderes tienen muchos ‘hispanos’, inclusive la mayoría de los embajadores en los países latinoamericanos.
Esto propone varias preguntas. Así como lograron no diluirse culturalmente, ¿lograrán no diluirse política y socialmente? ¿Lograrán influir en las políticas internas y externas de los EEUU, profundizando la democracia política y desarrollando la democracia social y económica y participando en la construcción de un mundo multipolar?
Hace unos años estas preguntas tal vez carecían de sentido o eran ilusorias. Pero América Latina ha dado y sigue dando pasos significativos en sus procesos de integración, particularmente en UNASUR y la CELAC, que negocian con EEUU y deciden en la OEA conforme sus derechos e intereses. Y el mundo parece marchar inevitablemente hacia un sistema multipolar, más equilibrado y más justo. Casi todos los pueblos están movilizados, cada uno a su manera y según su cultura, pero con fines que pueden expresarse en uno solo: participar en las decisiones que conciernen a su futuro. En este nuevo contexto, imprevisible hace 20 años, las preguntas tienen mucho sentido y alguna parte de las respuestas está en nuestras manos. 

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